Construyendo la autopista de la empatía

Muchas personas me han escrito para preguntarme por cómo desarrollar la empatía en sus hijos/as, les preocupa que cuando actúan de manera no adecuada no sean conscientes de lo que han hecho, no pidan perdón, parezca que nada les importa y en alguna ocasión hasta parece que se ríen de tí. Hoy os cuento qué hemos hecho hasta ahora y qué hacemos en casa.

Para empezar, vamos a conocer un poco más sobre la empatía. Voy a utilizar un cuadro que he encontrado en el libro «Hazte experto en inteligencia emocional» de Olga Cañizares y Carmen Gª de Leaniz (pagina 242) donde ser refieren a un texto de Daniel  Goleman » La práctica de la inteligencia emoconal» p.38. Entre las competencias sociales que determinan cómo nos relacionamos con los demás, encontramos la empatía definida como:

«Conciencia de los sentimientos, necesidades y preocupaciones ajenas»

Y contiene las siguientes competencias:

-Comprensión de los demás: tener la capacidad de captar los sentimientos y los puntos de vista de otras personas e interesarnos activamente por las cosas que les preocupan.

-Orientación hacia el servicio de anticiparse, conocer y satisfacer las necesidades de los clientes

-Aprovechamiento de las diversidad: aprovechar las oportunidades que nos brindan diferentes tipos de personas

-Conciencia política: capacidad de darse cuenta de las corrientes emocionales y de las relaciones de poder subyacientes en un grupo.

¿Dónde se sitúa la empatía?

La empatía se sitúa en nuestra corteza prefontal, es decir en la parte superior del cerebro (la parte que correspondería a la zona de la frente y parte de arriba de la cabeza).

Todos aquellos que hayáis venido a uno de mis talleres sabréis que me encanta la neurociencia, soy apasionada del saber sobre el funcionamiento cerebral y por ello siempre lo incluyo, en casi todos los temas explico cómo estamos hechos porque a mí en su día me ayudó mucho a comprenderme y a entender al otro.

Así que allá va un pequeño resumen para situarnos. Nuestro cerebro de manera ficticia y sólo para facilitar la explicación, lo podemos dividir en 3 partes o 3 cerebros:

-Cerebro instintivo (también llamado reptil)

-Cererbro emocional (mamífero)

-Cerebro cognitivo-ejecutivo, neocortex o corteza prefrontal (cerebro humano)

Estas tres partes se van desarrollando en base a las experiencias de vida, la percepción de las situaciones y se van tejiendo redes de conexión. Estas redes hacen que actuemos de manera automática en determinados momentos, facilitan que no tengamos que estar pensando todo el tiempo los pasos que tenemos que dar. Sólo cuándo hay algún factor que cambia que entonces tenemos que introducir otra variable, esta ya no puede ser automática porque es nueva. Si repetimos este nuevo patrón con esta variable, durante mucho tiempo, la red antigua se eliminará y se creará una nueva, haciendo esta respuesta automática.

En nuestro cerebro instintivo, están todas aquellas capacidades, habilidades y comportamientos que nos aseguran la supervivencia: respirar, latido cardíaco…guardamos aquí toda la información de la evolución de la especie, la que nos ha hecho sobrevivir años y años. Aquí tenemos dos respuestas automáticas: lucha y huida. Este cerebro que corresponde a la parte baja  de la cabeza, casi la que toca el cuello) es el que tenemos al nacer y el que está más desarrollado hasta los 2-3 años aproximadamente.

Este cerebro tiene 4 funciones básicas: defender el territorio (también lo propio), asegurar la supervivencia de la especie (desarrollo sexualidad), reconocer jerarquías (saber quién tiene más poder) y evitar lo desconocido (evitando cambios y resistiéndonos a probar cosas nuevas que pueden poner en peligro las respuestas automáticas que hasta ese momento han asegurado nuestra supervivencia). Como veis aquí hay muy poca cabida para la empatía.

La naturaleza muy sabia, se dio cuenta que ese cerebro no servía para aprender y no dejaba lugar a la anticipación y por tanto a la evitación de estímulos. Por ejemplo, una tortuga no esconderá la cabeza hasta que sienta el tacto de un estímulo, no puede predecir. Aunque acerques el dedo no esconderá la cabeza hasta que no lo sienta. De esta manera se dio un paso más y apareció el cerebro emocional, aquí aparece el aprendizaje, necesitamos observar y aprender de otros para sobrevivir (los predadores necesitan aprender a cazar). Aquí tenemos un scaner que es la amígdala que se encarga de guardar todas las experiencias para poder seleccionar los estímulos que percibimos y clasificarlos en milésimas de segundo,sin necesidad de revivirlos completamente. Haciendo distinción entre lo que supone placer y lo que supone peligro, es decir, amenaza o bienestar. Aquí también aparece la memoria pues cada vez que vivamos una situación lo guardaremos como dolor o placer (según nuestra percepción de peligro para nuestra supervivencia) y recurriremos a esa clasificación ya guardada. Si la clasificación es de bienestar no sucede nada pero si es de amenaza la puerta al cerebro instintivo se abre en menos de 1 segundo para que actúe con sus dos únicas opciones: luchar o escapar. (a veces también paralizarse)

En este cerebro podremos ya imitar y aprender empatía, sólo si la observamos en nuestros adultos (que son quienes nos enseñan a cazar)

Por último, en nuestro cerebro cognitivo ejecutivo, la corteza prefontal que es única en el ser humano, se encarga de conectar habilidades tan importantes como: el pensamiento, la reflexión, la empatía, la autorregulación de las emociones, la auto-observación, la planificación… Este cerebro está en construcción desde los 6 años hasta los 25 (y sigue durante toda la vida).

La empatía se encuentra en el cerebro superior, ¿quiere decir esto que antes de los 6 años no se pueden poner en nuestro lugar? No, quiere decir que antes de los 6 años la conexión es muy débil. Mi entrenadora de disciplina positiva, Marisa Moya, nos explicó una vez que las conexiones son como caminos, primero tenemos caminos forestales, que apenas se ven y cuesta seguir con el coche. Luego, si lo hacemos muchas veces, se va convirtiendo en camino algo más ancho y más fácil de encontrar. Si continuamos haciendo viajes será una carretera comarcal y finalmente una autopista por la que se puede circular muy rápido. La empatía por tanto, comienza como un camino de tierra que hay que ir labrando (a costa de repetir mucho el mismo recorrido) para que llegue a ser autopista y cuando ese cerebro termine de formarse pueda viajar por ella a toda velocidad.

¿Cómo hacemos nuestra autopista de la empatía en casa?

Cuando han sido bebés hemos fomentado la empatía siendo conscientes de sus necesidades, atendiendo  y acompañando el llanto traduciendo su significado y validando la emoción que entendíamos en cada caso, cogiéndoles en brazos todo lo que hemos podido (el porteo ha sido un gran aliado en casa), calmando,hablando mucho con ellos, ofreciendo un hogar seguro, un espacio preparado para moverse con libertar y sin riesgos, ofreciendo experiencias de placer y disminuyendo las que podemos anticipar como estresantes para un bebé, llevando nuestras rutinas, evitando demasiados cambios, aproximándoles a personas conocidas y dándoles su tiempo y espacio con aquellas nuevas, mostrando interés en sus descubrimientos y logros, alentando para superar retos y afrontar nuevos aprendizajes, confiando en sus capacidades y potenciando su autonomía y favoreciendo la exploración y el descubrimiento del mundo.

En el primer año conociendo su desarrollo y sus necesidades físicas y emocionales, valorando su etapa nueva etapa de descubrimiento de uno mismo y de necesidad de explorar el entorno, validando el momento de miedo a la separación y acompañando desde el respeto y la empatía para superarlo y aprender de ello, guardando la experiencia como plancentera, sin estrés ni presión por nuestra parte, comprendiendo que a veces sólo hay lugar para «mamá»,  poniendo palabras a esta emoción y acompañando la tristeza dando herramientas para superarla cuando ha sido necesario.

Aprovechando las situaciones que presenciamos para ponernos en el lugar del otro: «se ha caído, está llorando, le debe doler mucho» y dando ejemplo de empatía hacia los demás «¿necesitas algo?, «¿podemos ayudarte?» «¿quieres agua para limpiar la herida?»

Vivimos el error como oportunidad, queremos que lo guarden como algo placentero para que siempre sigan intentando lo que se propongan sin miedo a equivocarse. Por eso no castigamos, no premiamos tampoco. Tratamos de que sean responsables de sus decisiones y de sus conductas buscando soluciones cuando se equivocan.

Fomentando el respeto al otro también cuando eso conlleva frustración (acompañándola con amor y respeto pero dejándola salir) cuando mamá quería estar sola en el baño, cuando papá necesitaba silencio para trabajar, cuando a mamá no le apetecía dar tetita …

En el segundo año: Entendiendo que su cerebro es instintivo y necesita defender lo propio (pertenencias, lugares, identidad…) y buscando opciones para hacerlo desde el respeto sin agredir a otras personas: «veo que quieres jugar con eso, no quieres prestarlo, podemos buscar otra cosa para darle a este niño que también quiere jugar» dando lugar a su expresión  y mostrando un modelo de expresión correcto cuando el suyo no lo ha sido «en esta casa hablamos bajito, gritar no es respetar al otro y aquí nos respetamos todos» «puedes decir que no poniendo la mano delante,sin tocar»

Ante las situaciones que nos encontramos diariamente dar la posibilidad de ayudar, de pensar en el otro, de describir: «está llorando ¿qué le pasará?» «parece que está enfadado» «se ha caído, ¿se te ocurre que podemos hacer algo para ayudarle?»

Los conflictos son una excelente oportunidad para pensar en el otro. Mejor no en el momento porque dado que su cerebro superior está en construcción, en ese momento estará apagado y no podrá razonar. Esperar a que se relaje y más tarde acompañar describiendo y sin juicio: «has quitado el juguete, ella ha llorado»  acompañar en la búsqueda de soluciones que sirvan para mostrar empatía o reparar. «¿qué podemos hacer ahora para que se sienta mejor?» «¿qué se te ocurre que le podemos decir ahora?» «te parece que le preguntemos si quiere que le des un masaje en las manos, que parece que le duelen del tirón» «¿qué te gustaría a tí que te dijera si te hubiera quitado el juguete?» ¿como lo puedes decir la próxima vez para no hacer daño?

A partir del tercer  año  el camino está bastante ancho pero aún cuesta acceder a él con rapidez. Reconocen los sentimientos, identifican estados emocionales y los relacionan con los propios, aún no son capaces de comprender lo que el otro piensa sobre todo si es distinto de lo que piensa él. (si vas a comprar un regalo de cumpleaños para otro niño quizá te diga lo que le gusta a él y no piense en el cumpleañero)

Ahora mismo estamos en esta etapa en casa, lo que hacemos es validar sentimientos, expresarlos, poner nombre, identificar los sentimientos de otras personas y de personajes de cuentos o películas, buscar soluciones, pensar qué podemos hacer nosotros para hacer que la otra persona se sienta bien, tratamos de conectar todas las partes del cerebro.

No obligamos a pedir perdón, ni si quiera lo sugerimos, el perdón evade la responsabilidad propia y es un mensaje aprendido, decimos perdón y parece que no ha pasado nada. Queremos que haya una comprensión real del otro, de su comportamiento, que salga de ellos cómo reparar lo que hayan podido generar por eso lo que sí hacemos es acompañar, esperar a que estén listos para abordar lo sucedido, hablar, escuchar, llevar a cabo sus propuestas si son respetuosas con todas las personas, expresar cómo nos sentimos s…

 

Agradezco los comentarios, las propuestas y las críticas que nos hagan crecer sumando 😉

Un saludo!

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